Complicaciones
Es frecuente en enfermedad grave. Inicialmente, su causa puede ser la deshidratación, pero en etapas tardías podría ser consecuencia de coagulación intravascular diseminada o daño directo a los riñones por el virus.[16][69][94] El reconocimiento temprano por monitorización de diuresis y bioquímica sanguínea permite la pronta acción.
La etiología aún no se conoce bien. Diversos factores pueden contribuir, incluyendo: sepsis bacteriana, posiblemente por medio de translocación bacteriana intestinal; un efecto directo del virus; coagulación intravascular diseminada; y hemorragia.[69] El manejo sigue los mismos principios de sepsis bacteriana.[153]
Predispone al paciente a complicaciones por sangrado. El sangrado grave raramente ocurre, pero es una manifestación de infección avanzada, generalmente mortal. Cuando estén disponibles, deberán administrarse transfusiones de sangre total o de plaquetas y plasma frescas, de acuerdo con los protocolos locales y en base a indicadores (si se dispone de ellos) clínicos y de laboratorio (por ejemplo, hemoglobina, hematocrito e INR).[152][154]
En muchas comunidades, los sobrevivientes y huérfanos de quienes han muerto enfrentan el estigma y el ostracismo. Esto puede estar asociado con problemas psicológicos, como la depresión, la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático, el trastorno obsesivo compulsivo, la adicción a sustancias y las tendencias suicidas. Aproximadamente, se diagnostica al 20% de los sobrevivientes de depresión.[201][202][203][204]
Los pacientes que sobreviven generalmente presentan una recuperación prolongada que se caracteriza por astenia, pérdida de peso y atralgia migratoria. También ocurre con frecuencia la descamación de la piel y la pérdida de pelo transitoria.
Las manifestaciones tardías durante la convalecencia son infrecuentes, pero pueden incluir orquitis, mielitis, parotiditis, pancreatitis, hepatitis, psicosis y pérdida de la audición/acúfenos.[17] Los sobrevivientes también están en riesgo de uveítis (anterior, posterior o panuveítis), lo que puede conducir a complicaciones estructurales secundarias, deterioro de la visión o ceguera.[192] En un estudio transversal retrospectivo no controlado, se encontró que aproximadamente el 28% de los sobrevivientes presentaron uveítis y el 3% neuropatía óptica. En los pacientes con uveítis, el 38.5% de los pacientes eran ciegos.[193] Un superviviente presentó uveítis aguda con detección del virus viable 14 semanas después del inicio de la infección y 9 semanas después de la eliminación del virus de la sangre.[194] También se han reportado cataratas blancas unilaterales y una nueva lesión retiniana después de la distribución anatómica de los axones del nervio óptico.[196]
Un profesional de salud expatriado se presentó con meningoencefalitis (RT-PCR de LCR y de plasma fueron positivas para el virus) 9 meses después de recuperarse de enfermedad primaria grave por Ébola en 2015. Se realizó una secuenciación completa del genoma para comparar el virus inicial detectado en la sangre, en el momento de la presentación, con el virus detectado en el LCR a los 10 meses, sin que se revelaran cambios en las regiones codificantes. Los autores de este estudio concluyeron que no fueron capaces de discernir si el virus se reactivó tras haber estado latente, o si se replicaba continuamente, pero fueron capaces de confirmar, mediante la secuenciación, que no había surgido una variante de escape inmunitario[198] También se ha informado de un caso de encefalitis y poliartritis de aparición tardía.[199]
La etiología de estas manifestaciones es poco clara, pero podría relacionarse con fenómenos inmunocomplejos o con la persistencia del virus en sitios inmunológicamente privilegiados.
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